El CAC Málaga organiza junto a el aula de cultura del Diario Sur y el Instituto Municipal del libro la presentación del libro “Karnaval” de Juan Francisco Ferré el lunes 17 de diciembre a las 20:00 en el centro. Tras la presentación tendrá lugar la firma de libro en la librería Agapea del centro.

Contará con la presencia del escritor Juan Francisco Ferré, el catedrático de literatura Antonio Garrido Moraga, el catedrático de la literatura Antonio Gómez Yebra, el director del instituto municipal del libro Alfredo Traján y el director del aula de cultura del diario sur Pablo Aranda.

Esta novela de Juan Francisco Ferré (Málaga, 1962), galardonada con el premio Anagrama, ofrece, corregidas y aumentadas, las características que han hecho del autor, tras cuatro novelas, un caso peculiar entre nuestros narradores. Porque Ferré parte de planteamientos propios de la novela de denuncia -elección de historias y temas actuales, abultamiento de toda clase de perversiones éticas, atención reiterada a las más crudas desigualdades sociales y a la opresión de los poderes que limitan la libertad individual-, pero prefiere sustituir la acción por la reflexión. Una prosa de largos períodos, impecablemente construida aunque a veces deje al descubierto sus artificios retóricos -véase la página 281 de Karnaval, entre otras muchas-, sirve de vehículo al desarrollo minucioso y pausado de teorías, análisis y especulaciones que acompañan cada episodio de la historia hasta transmitir, desde múltiples perspectivas, una visión acre y negativa del mundo -convertido, en efecto, en un grotesco carnaval- y de la esencia del ser humano.

Aquí, el punto de partida es un suceso real: el escándalo provocado en 2011 por el comportamiento del presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, con una camarera del hotel neoyorquino en que se alojaba. Como la historia es sobradamente conocida gracias a los datos proporcionados por los medios de comunicación, no se trata de contarla linealmente, sino, por así decirlo, de merodear en torno a ella con discursos diferentes, muchos de marcada naturaleza paródica, que incluyen escenas del personaje -convertido en DK- en el piso de Nueva York, a la espera del trabajo de sus abogados, supuestas y extensas cartas del acusado a distintas personalidades de relieve (Sarkozy, Obama, el Papa Ratzinger, Bill Gates, etc), episodios grotescos, como el de la fiesta en el apartamento o el del exorcismo -con la caricatura esperpéntica del padre Petroni- y hasta la transcripción de un documental con testimonios de numerosos creadores y pensadores, desde Philip Roth, Sollers o Houellebecq hasta Chomsky, Julia Kristeva o Harold Bloom, todos ellos con sus estilos bien marcados gracias a la práctica -casi cervantina- de una heteroglosia que el autor, habilísimo creador de textos apócrifos, maneja con maestría.

El resultado de todo ello es la denuncia de un mundo en el que “los nuevos dictadores económicos” han decidido “que una moneda y sus corruptos valores financieros son las deidades a las que hay que sacralizar mediante el sacrificio de los pueblos” (p. 359). La uniformidad ha anulado cualquier proceso realmente creativo y “hay una unívoca forma de vida, monótona y sin gratificación auténtica, y un modelo cultural impuesto a imitación de los modelos y creencias del modelo económico dominante” (p. 136). La manipulación de vidas y conciencias es de tal magnitud que sus mismos impulsores pueden crear estados de rebeldía programados, como en las manifestaciones populares contra la crisis económica, y sólo es posible la esperanza en la tecnogénesis, que permitiría un renacimiento de la especie humana, una metamorfosis gracias a la cual “los humanos pasaremos a gestionar la realidad como si fuéramos máquinas […] con el fin de excluir para siempre el error y la aberración en los resultados cuantificables” (p. 326).

La densidad intelectual de Karnaval, oscilante entre el ensayo y el ocasional esperpento, convierte el adentramiento en esta obra en una tarea apasionante, aunque sólo apta para lectores expertos. Aun conservando esos componentes reflexivos que dominan sobre los más convencionalmente novelescos y que constituyen una especie de marca de la casa, haría bien el autor, que se muestra extraordinariamente dotado para la escritura, en podar la frondosidad de su discurso, a menudo innecesariamente prolijo, con la seguridad de que los resultados no serían menos eficaces; y encontraría, sin duda, más lectores dispuestos a dejarse arrebatar por el vendaval de ideas y figuraciones que invade sus páginas; a disfrutar, pues, de su buena literatura, que no debe ser un paraíso cerrado para muchos.

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