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Una noche en Sâo Bento
2018 Óleo/ Lino
195 x195 cm
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La lluvia riega las tierras cultivadas
2018 Óleo/ Lino
195 x 195 cm
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Hemos visto una estrella. De la seria la Zarzuela
2018 Óleo / Lino
195 x195 cm
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El Rito
2018 Óleo / Lino
975 x 280 cm
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EL CAC MÁLAGA PRESENTA ROMANZA, LA PRIMERA EXPOSICIÓN DE MIGUEL GÓMEZ LOSADA EN UN MUSEO
El Centro de arte Contemporáneo presenta la primera exposición individual en un museo de Miguel Gómez Losada. En Romanza, comisariada por Fernando Francés, casi una veintena de pinturas de diferentes formatos, muestran su obra más reciente, donde la ficción artística es la auténtica realidad, un ejercicio de evocación y memoria. Como si de un escenario teatral se tratase, el artista perpetra con su pincel una danza pictórica con predilección por lo rural y por las historias íntimas protagonizadas por personajes pensativos, ensimismados y contemplativos. La pureza de sus blancos, que dejan ver el propio soporte, la construcción de las formas a base de gruesas pinceladas y la frescura e intensidad de sus colores, consiguen un inconfundible resultado personal cargado de fuerza poética.
Del 7 de septiembre al 25 de noviembre de 2018
“Esta exposición responde a la idea de una fantasía y algo que me motiva es el antiacademicismo de la fantasía, de la ensoñación, ya que desde las academias o universidades se suele entender que la fantasía no tiene rigor y no se puede aprehender, es algo etéreo que no se puede abarcar”, comenta Gómez Losada sobre Romanza en el CAC Málaga. “Mi pintura es un ritual del paso del tiempo, y por tanto una celebración de la vida, lo mejor de una obra es no saber qué está pasando”.
Para Fernando Francés, director del CAC Málaga, “Gómez Losada es un actor que interpreta un papel ante el lienzo, en un arte eterno, no como una obra de teatro que se desvanece. El artista revive a través de sus pinturas el recuerdo de épocas, momentos, sitios o presencias ya pasadas. A través de su obra, del recuerdo, recupera todo lo acontecido, por eso entiende la pintura como un elemento atemporal, pero que a su vez, recupera el tiempo que se puede considerar perdido, concibiendo así a la propia obra como un relato inacabado”.
Miguel Gómez Losada (Córdoba, 1967) realiza una pintura de época con predilección por lo rural y por los personajes intimistas, absortos en su silencio. Es aquí donde la mujer cobra interés pictórico, debido a que posee un perfil más interesante. Ese “folk” íntimo en femenino encarna mejor el ideal de romanticismo. Pinta historias íntimas protagonizadas por mujeres solas, o mujeres pensativas, absortas en el paisaje, en modo esperanza o nostalgia, dos comportamientos que coinciden en la lejanía. También encarnan lo ideal, lo soñado, el porvenir. El romanticismo es un modo artístico que pertenece a la ficción. En su pintura, el romanticismo no tiene nada que ver con el amor en pareja, es amor en soledad, es una persona soñando, pensativa, amando sola lo que ha de venir.
La muestra que expone en el CAC Málaga, se titula Romanza, en un sentido abierto, algo que concibe como una forma de estar y sentir el mundo, no como un mensaje. La exposición está compuesta por dieciocho lienzos en su mayoría de gran formato. Pinturas de época con una clara predilección por lo pastoral y por los personajes abstraídos, intimistas y silenciosos conforman el peculiar mundo de Gómez Losada, que al igual que una romanza, desprende un marcado carácter sentimental además de un estilo a su vez melódico y expresivo, como una fantasía romántica.
Campesina (2018) representa a una mujer colosal, de casi dos metros de altura, que gira su rostro hacía un lado, ajena a la mirada del espectador, o quizás avergonzada por su atenta mirada. Su vestido negro parece jugar en su pecho con líneas blancas formando una disimulada hoja. Bajo sus manos, un girasol abierto si está de frente al espectador. En la parte superior derecha, incluso en el propio rostro de la protagonista, Gómez Losada, de forma intencionada, ha dejado al descubierto el lino del soporte, pudiéndose apreciar el color blanco de la capa inferior como algo inacabado, ya que el artista, entiende la pintura como un relato por terminar. Otra obra de las recientes que se exponen por primera vez, es Coral (2018). En ella, dos figuras sobre un fondo verde bastante plano, es interrumpido por las diferentes direcciones que ha tomado el pincel del artista. Las dos hieráticas mujeres parecen ser la misma persona pero en diferentes posturas, aunque este motivo no sea realmente relevante para la obra. Sus extremidades, sobre todo manos y cabezas juegan con la mirada del espectador, pues el artista ha dejado deliberados espacios, incluso en el rostro de tamaño considerable. Pero esto no será razón para no intuir su gesto o que Losada no logre transmitirnos la inquietud, el desasosiego de esta figura, que bajo sus pies, tienen pintada la palabra CORAL. Esta es la única obra de la muestra en la que se incluye texto de forma tan explícita, y es que, a Gómez Losada no le gusta reducir la importancia de la pintura ante la palabra escrita, pero esta obra es un juego de equilibrio entre ambas, realmente ganado por la pintura.
Otra pareja de campesinas, esta vez con vestidos de inspiración de la cultura portuguesa, es Una noche en São Bento (2018). En esta ocasión, al igual que en La muchacha en la Ventana (1925) de Salvador Dalí, el horizonte y el agua juegan un papel importante en la obra, pues es totalmente protagonista dirigiendo de manera inequívoca la mirada del espectador a un azul infinito que parece el Danubio. Una de ellas, la de la derecha, se encuentra de espaldas, recurso romántico que Gómez Losada ha utilizado en algunas de sus obras, al igual que Caspar David Friedrich en una clara intención de utilizar a un personaje que se interroga ante un destino incierto.
Tanto Carreta (2018) como Pinocho (2018), son de tendencia “folk”, ese romanticismo que se sabe que existe y no se ve, y que es imposible de ver en la ciudad, así, el artista se ha resignado a pensar que el romanticismo reside en lo rural. Pero un mundo rural idealizado, ya que en la actualidad están igual de conectados a las tecnologías que las ciudades. Es un mundo que no existe y de estar en algún lugar estaría en el campo, en las afueras. Estas obras, están relacionadas con lo rural, pero en el sentido de artesanal, realizado con las manos, obras de madera en la que ha intervenido una persona.
En Romanza el artista ha querido realizar una pintura teatral, Gómez Losada se siente como un actor que interpreta un papel ante el lienzo. Para él, existe una similitud de las dos disciplinas, tanto el teatro como la pintura son una cuestión corporal. Suceden sin un intermediario, además, el teatro y la pintura dan la oportunidad de abordar al ser humano y de usarlo como protagonista. Al igual que un escenógrafo, elije a los modelos y también sus ropajes, los ilumina y los fotografía, esas fotografías le ayudan a conseguir la veracidad teatral que quiere para su pintura. Gómez Losada pretende realizar un teatro callado, ya que la pintura es una mímica que permanece.
Así, en La lluvia riega las tierras cultivadas (2018) una mujer ataviada con una falda larga y pesada por sus pliegues, realiza una danza delante de un fondo teatral, cuyas líneas y puntos adivinan un San Jorge. La protagonista parece obedecer también a una súplica al universo, invocando a la lluvia, en una postura universal repetida en todas las religiones. Al artista, le interesa la danza como un registro poético que deja el cuerpo. En contraposición, otra bailarina, en este caso Hemos visto una estrella (2018) que con un vestido en esta ocasión rojo que podría considerarse de estilo años 20, parece bailar con la misma solemnidad que la figura femenina de La lluvia riega las tierras cultivadas (2018).
Cuando el artista residía en Sevilla, comienza a trabajar con modelos femeninos de la Escuela de Arte Dramático, con los que desarrolla un ciclo de desnudos. Cuida mucho la iluminación de la escena, fotografía las distintas composiciones, obteniendo una serie de pinturas timbradas por el contraste de luces y sombras. Pinturas de la ficción y de la fantasía, de la impostación y la representación. Apariciones, iluminaciones, símbolos, suspendidos flotando en una atmósfera casi monocromática. En Romanza, el pintor realiza este estudio del cuerpo de la mujer, desde la perspectiva de la eternidad, tratándolas como diosas, no con connotaciones eróticas. Sus poses son de esculturas grecolatinas o clásicas, donde realiza un claro acercamiento al cuerpo humano, entendido como vehículo para acercarse a la eternidad, a la atemporalidad. Así, deben destacarse las obras en las que aparecen figuras femeninas desnudas: Doce nuevas lunas aparecen (2016), Alegre Alabanza (2016) y Celestial (2016). Todas ellas aparecen acompañadas por la misma figura pero con diferente postura, están realizando una danza extraña, consiguiendo así ganar en evocación y dejando el relato abierto.
En el caso de la enigmática Alejandría (2017) el artista ha conseguido convertir el cuerpo femenino en una escultura clásica. Como la célebre Venus de Milo, la figura se yergue con sus brazos hacia atrás, mientras dirige su mirada hacia abajo. Aparentemente, en una primera observación de la obra, el espectador verá motivos barrocos como de alfombra tanto en el fondo como en el suelo de la habitación, y la mujer/escultura sola, pero en una segunda reflexión de la obra, se percatará de dos figuras femeninas en el suelo, que a cada lado, parecen escoltar a su protagonista. Por otra parte, Marcial y Rosa (2017) (nombres de los padres del artista) muestran otra actriz en este caso vestida, pero con un atuendo ceñido y líneas geométricas en su cuerpo, ésta, parece estar a punto de lanzar una flecha invisible. La última obra con una recreación paisajística metafórica como fondo de teatro, es Tempo de Minué (2016). El minué es una danza barroca, de corta duración, escrita en compás de tres cuartos, que fue introducido en la corte de Luis XIV en el siglo XVII y se extendió por Europa, donde compusieron minués músicos como Johann Sebastian Bach Wolfgang Amadeus Mozart o Ludwig van Beethoven. En la obra, una mujer en el centro de la misma realiza la danza, mostrando el delicado vestido negro que lleva para la ocasión.
Sobre un fondo verde grisáceo se encuentran cuatro obras a modo de actoral. Al observar todos en conjunto, el espectador podrá terminar la obra de teatro en la imaginación: Cisne Black Swan (2017), Orquídea (2017), Serrana (2017) y Flor de la montaña (2017). En el teatro dadá y surrealista, la vestimenta está acompañada de figuras extrañas o geometría. Por eso la figura femenina ambigua de Cisne Black Swan (2017), aparece con una vestimenta dadá con mezcla velazqueña de negro y rojo. La posición de sus manos recuerdan a un cisne negro. Por otro lado Serrana (2017), presenta a una mujer, una especie de ama de llaves de un castillo, con nariz mitad pájaro/mujer. La actriz, es tan severa como una institutriz de un internado, con matices de serie de teatro inglés. En el fondo, unas letras que no componen ninguna palabra y no se entienden bien, parecen un idioma inventado. Las palabras en ocasiones pueden complementar la imagen, pero Gómez Losada no quiere este efecto, no quiere que la obra se convierta en una ilustración, quiere que el espectador se pierda en la obra. Por otra parte, en Orquídea (2017), una mujer ataviada con ropas de formas geométricas, se sitúa también en medio de la composición portando una especie de bolso. Y por último, en Flor de la montaña (2017), el último actor, tiene una pose forzada, con una mano sobre su cintura y otra en el aire, como si tratara de posarla sobre algo que el espectador no puede ver.
La obra de mayor tamaño, El Rito (2018), de casi diez metros, muestra a siete mujeres a modo de friso. Sobre un fondo amarillo en el que se advierten figuras (un gato, un pájaro, figuras femeninas, una torre de un castillo, árboles…), irán perdiendo fuerza de izquierda a derecha, donde solo quedarán unas líneas onduladas en su final. Como cariátides imponentes, las figuras se han dispuesto de tal manera que en el centro, el sol está de frente, y como una virgen, alza las manos a la altura de sus hombros, extendidas hacia los lados y con los codos plegados. Todas ellas visten de negro, con una ropa que recuerda a la típica rupestre andaluza, como si una representación de La Casa de Bernarda Alba se tratase. Gómez Losada es creyente de lo sobrenatural, de lo espiritual, de esas pequeñas señales de la naturaleza que no podemos explicar, pero que con su pintura trata de responder. Invoca con su obra un plano espiritual, dentro de la ficción poética.
El trabajo de Gómez Losada escapa a la realidad, es pura ficción, no le interesa usar la pintura para explicar las vivencias actuales. El artista aspira a hacer una pintura donde no se sepa qué ocurre, como no se sabe qué piensa alguien en silencio, siendo su sola presencia lo que nos conmueve. De ahí que la estrecha relación de su trabajo con la danza o el teatro, donde la postura del personaje es directamente, lenguaje. Para Gómez Losada la pintura es un lenguaje del cuerpo. Las imponentes figuras de las mujeres en El Rito (2018) son atemporales y eternas, dentro de una frecuencia baja, muestran leves giros de cabeza o del cuerpo, casi imperceptibles. Parte de la finalidad del artista consiste en que la pintura le ponga “carne a la quietud, al silencio y a la vista perdida”. En la actualidad, en este mundo donde imperan las nuevas tecnologías y redes sociales colmadas de palabras, la pintura, en su calidad de lenguaje mudo, tiene más que nunca su razón de ser, y Romanza en el CAC Málaga es un ejemplo de ello.
Miguel Gómez Losada es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla en 1992, especialidad de pintura. Vive y trabaja en Madrid. Ha realizado numerosas exposiciones individuales: Desde aquí se ven los delfines, Fundación Antonio Gala, Córdoba (2018); Palo Tambor, Galería Yusto/Giner, Marbella (2016); Una historia rusa, Galería Yusto / Giner, Marbella (2014); Ensamble (Con Juan Serrano), Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba (2012); Atlas Nocturna, Mural en la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba (2011), etc. Además, ha participado en diversas exposiciones colectivas y ferias de arte: Paisaje, Museo de Genalguacil (2018); World Neighbours, Colección CAC Málaga en Fund. Valentín de Madariaga, Sevilla (2018); Feria Estampa. Galería Yusto / Giner (2017); Art Copenhagen, Galería Yusto / Giner (2016), entre otros.
Descargue la hoja de sala en español e inglés aquí.
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THE CAC MÁLAGA PRESENTS ROMANZA, MIGUEL GÓMEZ LOSADA’S FIRST MUSEUM EXHIBITION
The Centro de Arte Contemporáneo is pleased to host Miguel Gómez Losada’s first solo exhibition at a museum. In Romanza, curated by Fernando Francés, nearly twenty paintings in different formats offer a sample of his most recent work, in which artistic fiction is the genuine reality, an exercise in evocation and memory. As if on the stage at a theatre, the artist performs a pictorial dance with his paintbrush, demonstrating an evident predilection for rural themes and intimate stories about pensive, contemplative women lost in thought. The purity of his whites, through which we glimpse the actual support, the construction of the forms with thick brushstrokes, and the freshness and intensity of his colours achieve an unmistakeably personal, poetically charged result.
From 7 September to 25 November 2018
“This exhibition is based on the idea of a fantasy, and I’m motivated by the anti-academic nature of fantasy and daydreaming, as academia or university contexts tend to think that fantasy isn’t serious and can’t be grasped, it’s something ethereal that can’t be contained,” Goméz Losada remarks apropos of Romanza at the CAC Málaga. “My painting is a ritual of the passage of time, and therefore a celebration of life; the best thing about an artwork is not knowing what’s going on.”
For Fernando Francés, director of the CAC Málaga, “Gómez Losada is an actor who performs before the canvas, in an eternal art form rather than in a play that is staged and then disappears. Through his paintings, the artist reawakens the memory of bygone ages, moments, places and presences. […] Gómez Losada retrieves the past through his work and memory. He therefore views painting as a timeless element but an element that nevertheless retrieves what we might consider to be time lost, turning the work itself into an unfinished story.”
Miguel Gómez Losada (Córdoba, 1967) creates period paintings with an evident predilection for pastoral themes and pensive, intimist, silent figures. Women play a crucial pictorial role in this world, as they have a more interesting profile. That intimate, feminine ‘folk’ is the best personification of romanticism. Gómez Losada paints intimate stories featuring solitary women, or pensive women gazing blankly at the landscape, lost in hope or nostalgia, two attitudes that converge in the distance. They also embody the ideal, dreams and the future. Romanticism is an artistic genre that belongs to the realm of fiction. In his painting, romanticism has nothing to do with romantic love between two people: it is a solitary love, a pensive, lonely person dreaming and loving what is yet to come.
The exhibition at the CAC Málaga is titled Romanza, but the artist uses this term loosely, as a way of being and feeling the world rather than a message. The show consists of eighteen canvases, mostly large-format works. Period paintings with an evident predilection for pastoral themes and pensive, intimist, silent figures make up Gómez Losada’s personal universe which, like a romanza, conveys a marked sentimental character as well as a melodic yet expressive style, resembling a romantic fantasy.
Campesina [Peasant Woman] (2018) depicts a colossal woman, nearly two metres tall, whose face is turned away, oblivious to viewers or perhaps embarrassed by their bold stares. On her chest, the black dress seems to play with white lines, forming an inconspicuous leaf. Below her hands, a blooming sunflower directly faces the spectator. In the upper right corner, and even on the woman’s face, Gómez Losada has intentionally left part of the linen canvas bare, with the white tone of the ground layer peeping out, like incomplete patches, because the artist sees painting as a story yet to be finished. Another of his recent works on view here for the first time is Coral (2018). In it we see two figures against a rather plain green background, interrupted by the different directions the artist’s brush has taken. The two hieratic women appear to be the same person in different positions, although this is not actually relevant to the work. Their extremities, particularly the hands and heads, toy with the viewer’s gaze, as the artist has deliberately left blank spaces, even on the sizeable face. However, this does not prevent us from sensing her attitude or the anxiety and uneasiness that Losada has painted into this figure with the word CORAL written below her feet. This is the only piece in the show that explicitly includes text, as Gómez Losada does not like written words to detract from the importance of painting, but this composition is a balancing act, a game between the two ultimately won by painting.
Another pair of peasant women, this time dressed in costumes inspired by Portuguese culture, appears in Una noche en São Bento [A Night in São Bento] (2018). Here, as in Salvador Dalí’s Figureat the Window (1925), the horizon and the water play a starring role, irresistibly drawing the viewer’s eye to an infinite blue reminiscent of the Danube. One of the women, the figure on the right, has her back to us, a Romantic device that Gómez Losada has used in several of his works, like Caspar David Friedrich, clearly intended to portray an individual wondering about an uncertain future.
Both Carreta [Wagon] (2018) and Pinocho [Pinocchio] (2018) have a ‘folk’ air, evoking that invisible romanticism which we know exists. As it is impossible to see in the city, the artist has resigned himself to the idea that romanticism dwells in the country—but only in an idealised world, as nowadays rural areas are just as connected to technology as the big cities. It is a world that does not exist, but if it did exist anywhere it would be in the countryside, on the outskirts of civilisation. These works are related to the rural, but only in the sense that they are artisanal, hand-crafted, wooden pieces altered by human intervention.
In Romanza, the artist aspires to create theatrical painting; Gómez Losada considers himself an actor playing a part before the canvas. He sees the two disciplines as similar in the sense that both theatre and painting are about the body and require no intermediaries. Moreover, theatre and painting both represent an opportunity to explore human beings and use them as protagonists. Like a stage manager, he chooses the models and their costumes, lights and photographs them, and those photographs help him to achieve the theatrical veracity he strives for in his painting. Gómez Losada attempts to put on a mute play, for painting is simply an enduring mime act.
In La lluvia riega las tierras cultivadas [Rain Waters the Farmlands] (2018), a woman in a long skirt with heavy folds performs a dance before a theatrical backdrop, whose lines and dots suggest an image of St. George. The dancer also seems to be making a plea to the universe, praying for rain in a universal pose common to all religions. The artist is interested in dance as a poetic record left by the body. In contrast, in Hemos visto una estrella [We’ve Seen a Star] (2018), another dancer, wearing what might be described as a flapper-style red dress, seems to dance with the same solemnity as the female figure in La lluvia riega las tierras cultivadas (2018).
When the artist lived in Seville, he began to work with female models from the School of Dramatic Arts and produced a series of nudes. He carefully arranged the lighting in each scene and photographed the different compositions to obtain a series of paintings tinged with contrasts of light and shadow: paintings of fiction and fantasy, of imposture and representation, apparitions, illuminations, symbols, hovering in an almost monochrome atmosphere. In Romanza the painter studies the female body from the perspective of eternity, treating women as goddesses and avoiding erotic connotations. The poses are taken from Graeco-Roman or classical sculptures, in a clear attempt to explore the human body as a means of approaching eternity, timelessness. Special mention must therefore be made of the works that incorporate female nudes: Doce nuevas lunas aparecen [Twelve New Moons Appear] (2016), Alegre Alabanza [Joyful Praise] (2016), and Celestial (2016). All these women are accompanied by the same figure in different poses and are performing a strange dance, enhancing the works’ evocative power and leaving the story unfinished.
In the case of the enigmatic Alejandría [Alexandria] (2017), the artist managed to turn the female body into a classical sculpture. Like the famous Venus de Milo, the figure stands with arms pulled back and downcast eyes. An initial examination of the work reveals Baroque motifs carpeting both the background and the floor of the room, where the woman/sculpture stands alone, but upon closer inspection we see two female figures sitting on the floor, flanking the protagonist like bodyguards. Marcial y Rosa (2017), named after the artist’s parents, shows another actress, clothed in this case, but with tight-fitting apparel and geometric lines on her body, apparently poised to shoot an invisible arrow. The last work that uses a metaphorical landscape as a stage backdrop is Tempo de Minué (2017). The minuet is a short Baroque dance written in 3/4 time. It first appeared at the court of Louis XIV in the 17th century and soon spread to the rest of Europe, where musical minuets were composed by such famous musicians as Johann Sebastian Bach, Wolfgang Amadeus Mozart and Ludwig van Beethoven. In the work, a woman in the centre of the painting dances the minuet, showing off the delicate black dress she has donned for the occasion.
Four works are displayed on a greyish-green background, like a supporting cast. Observing them together, spectators are able to complete the theatrical piece in their imagination: Cisne Black Swan (2017), Orquídea [Orchid] (2017), Serrana [Mountain Woman] (2017) and Flor de la montaña [Mountain Flower] (2017). In Dada and Surrealist theatre, costumes are accompanied by bizarre figures or geometric shapes. This explains why the ambiguous female figure in Cisne Black Swan (2017) appears in a Dada costume with a Velazquezian combination of black and red. The position of her hands recalls a black swan. Serrana (2017) shows a woman, some kind of castle housekeeper, with a nose that is part bird and part woman. The actress looks as stern as a boarding school mistress, with an air redolent of British theatre. In the background, muddled letters that form no recognisable words seem to be written in an invented language. Words may occasionally complement an image, but Gómez Losada does not seek this effect. He does not want his work to become an illustration; he wants viewers to get lost in it. In Orquídea (2017), a woman dressed in geometric clothing also occupies the centre of the composition, holding some kind of bag. And finally, in Flor de montaña (2017), the last actor adopts a contrived pose, with one hand on his hip and the other in mid-air, as if trying to rest it on something the viewer cannot see.
The largest work, El Rito [The Rite] (2018), nearly ten metres long, is a frieze-like composition featuring seven women. Situated against a yellow background where we can make out different shapes (a cat, a bird, female figures, a castle tower, trees, etc.), the characters gradually fade as we move from left to right, with only a few wavy lines suggesting the woman at the very end. Like impressive caryatids, the figures have been arranged so that, in the middle, the sun is directly before them; like a Madonna, the arms are raised to shoulder height, outstretched and bent at the elbows. All are dressed in black, in a style reminiscent of old-fashioned Andalusian peasant women, as if they were putting on a production of The House of Bernarda Alba. Gómez Losada believes in the supernatural, the spiritual, those small signals from nature that defy logical explanation but which he attempts to answer in his painting. His work invokes a spiritual plane within the realm of poetic fiction.
Gómez Losada’s art eludes fact, it is pure fiction; he has no interest in using painting to explain contemporary experiences. The artist’s aim is to create paintings where we do not know what is happening, just as we cannot know what a silent person is thinking and can only be moved by his/her presence. This explains the close relationship between his work and dance or theatre, where the person’s posture is, in fact, language. For Gómez Losada, painting is body language. The imposing figures of the women in El Rito (2018) are timeless and eternal, hovering on a low frequency and showing slight, almost imperceptible twists of the head or body. Part of the artist’s mission is for painting to put “flesh on stillness, silence and the abstracted gaze”. In this modern-day world, dominated by new technologies and social media saturated with words, the silent language of painting has more to say than ever, and Romanza at the CAC Málaga is an eloquent reminder of this truth.
Miguel Gómez Losada earned a BFA from the University of Seville, graduating in 1992 with a speciality in painting. He lives and works in Madrid. His numerous solo shows include Desde aquí se ven los delfines, Fundación Antonio Gala, Córdoba (2018); Palo Tambor, Galería Yusto / Giner, Marbella (2016); Una historia rusa, Galería Yusto / Giner, Marbella (2014); Ensamble (with Juan Serrano), Faculty of Philosophy and Literature of Córdoba (2012); and Atlas Nocturna, mural at the Faculty of Philosophy and Literature of Córdoba (2011). He has also participated in various group exhibitions and art fairs, most notably Paisaje, Museo de Genalguacil (2018); World Neighbours, Colección CAC Málaga at Fundación Valentín de Madariaga, Seville (2018); Estampa Fair, Galería Yusto / Giner (2017); and Art Copenhagen, Galería Yusto / Giner (2016).