El toque de distinción de Philippe Starck resplandece en la Alhóndiga de Bilbao, un antiguo almacén de vinos (con 101 años de antigüedad) que ahora, gracias a su varita mágica, se convierte en un centro cultural y de ocio de grandes dimensiones. Y en pleno centro de la capital vizcaína, no lejos del Guggenheim y de las torres de César Pelli (en construcción junto al Palacio de Euskalduna).
El fastuoso espacio se despliega trenzado por el hormigón, el acero o el cristal. Una inversión de 75 millones de euros para sustentar los 43.000 metros cuadrados del edificio, distribuidos en salas de cine, auditorio, piscina, gimnasio, biblioteca, restaurantes, cafetería y sala de exposiciones. La gran estrella es el atrio central, bajo el que cuelga una pantalla gigante.
“Este espacio representa un viaje por el túnel del tiempo. Y yo, en realidad, no lo he diseñado, ni siquiera rediseñado. El diseño lo da la vida, su uso, que ayude a la gente a vivir mejor”, dice Philippe Starck, toda una ‘superstar’ del diseño de muebles, aviones, barcos, sillas y casi cualquier cosa que se le antoje. Eso sí, siempre con un sello de ‘alto standing’.
“Mi objetivo no es deslumbrar a la gente para que admiren la belleza, porque eso no me interesa. Es un lugar que me toca el corazón. Y, antes de que se abra al público, ya es un éxito porque todo el mundo habla ya de la Alhóndiga”, añade el diseñador de enclaves tan exclusivos como el hotel Paramont de Nueva York o el Starck Club de Dallas (Texas).
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