Finalista del Príncipe de Asturias de las Artes en cuatro ocasiones, el escultor Richard Serra logró ayer el preciado galardón al que optaban otras veintinueve candidaturas procedentes de catorce países, entre los que figuraban la bailarina cubana Alicia Alonso, el compositor italiano Enio Morricone, el arquitecto portugués Álvaro Siza o el cantautor Joan Manuel Serrat. Propuesto al premio por la comisaria de arte del siglo XX de la Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York, Carmen Giménez, el artista norteamericano (San Francisco, 1939), hijo de padre mallorquín, está considerado el más relevante escultor de vanguardia en activo.
Así lo ha considerado también el jurado, presidido por José Lladó, al valorar su estrecha vinculación con «la mejor tradición del arte europeo a lo largo de su brillante trayectoria. Es un artista polifacético, cuya dimensión universal se expresa en formas contundentes y conceptos sugestivos», recoge el acta del fallo. Además, destaca «su audacia para vertebrar desde su perspectiva minimalista los espacios urbanos más significativos a escala internacional, a través de obras de gran potencia visual que invitan a la reflexión y el asombro».
Vestido casi siempre de negro y parco en palabras y sonrisas, son muchos los críticos de arte para quienes Serra «guarda cierta parecido con sus obras». Y es que «la aparente frialdad de sus creaciones -resaltan- contrasta con las emociones inexplicables que éstas suelen producir». Tienen razón. Este dios del acero que, primero, estudió Literatura en la universidad de Berkeley y, después, Arte en la de Yale busca que sus esculturas sean «un punto de encuentro, un lugar de reunión, de conversación», según sus propias palabras. Sin duda lo consigue. La gente entra y sale, se pasea e, incluso puede pararse a charlar, en sus inmensas esculturas que pesan toneladas. «A lo que aspiro es que cada persona se relacione con ella (sus obras) como le apetezca, son como grandes contenedores o grandes buques en los entras y, a partir de ahí, cada cual decide cómo vivirlo», dijo en una entrevista reciente.
Esculturas como buques: esta es otra de las ‘claves’ de uno de los artistas vivos más cotizados. Porque si algo caracteriza a Serra son las inmensas esculturas de acero que se aferran a lo mínimo. Esa afición por las planchas de enorme proporciones está, sin duda, íntimamente relacionada con su trabajo en una acería antes de poder vivir del arte.
Pero no siempre fue un escultor del acero. Su trabajo más temprano era completamente abstracto: plomo fundido lanzado contra la pared de un estudio o de un espacio de la exposición, lo que supone un claro ejemplo del ‘process art’. Aunque su obra está fundamentalmente centrada en la escultura, también es autor de obra gráfica e incluso ha hecho significativas incursiones en el cine.
El artista recibió ayer la noticia de la concesión del premio en Nueva York. El autor reconoció sentirse «muy honrado» por este reconocimiento y por las oportunidades que le ha brindado España para realizar su trabajo desde hace más de tres décadas. «Es un premio particularmente significativo para mí», concluyó el escultor.
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